Los cuentos de Mardigo – El Ballet de Salicornias y la Orquesta de Cangrejos Violinistas, dirigidas por el Ostión Triquitraque en Punta Cantera.

Érase una vez, en una pequeña playa de San Fernando, junto al espigón de Punta Cantera de la que tomaba el nombre, ubicados ambos enclaves en la Bahía de Cádiz, entre las también playas de La Casería y Cañorrera, cuando al ostión Triquitraque, que vivía pegado a las piedras del mencionado espigón en su parte más alejada de la costa, se le ocurrió la feliz idea de dirigir al ballet de Salicornias y la Orquesta de Cangrejos Violinistas.

Triquitraque, además de ser en San Fernando, una ristra de mixtos pirotécnicos a base de fósforo, pegados sobre una tira de cartón, cuyas unidades explosionaban al contacto con una superficie rugosa, era el nombre de un joven ostión u ostra, como se le conoce fuera de la Bahía de Cádiz, al que bautizaron con tan explosivo nombre, por residir en el espigón de piedras ostioneras, donde los botes y lanchas de los buques de la Marina de Guerra española, acudían para aprovisionarse de la munición que se custodiaba en los cercanos polvorines de Fadricas.

A Triquitraque, cada vez que soplaba el levante, les llegaban las armoniosas melodías militares de las bandas de música, de los relativamente cercanos Cuartel de Instrucción de Marinería y Tercio del Sur de Infantería de Marina. Pero las que más le emocionaban, eran aquellas que sonaban cuando en La Isla, procesionaba alguna de las hermandades y cofradías, que además de la Semana Santa, solían celebrar con bastante frecuencia, algún culto a sus venerados santos o vírgenes por las calles isleñas, acompañados de bandas de música o de cornetas y tambores, locales o venidas de otras ciudades.

Esa música, solía emocionarle aún más, cuando de forma inexplicable, parecían acomodarse y sincronizarse con los suaves y armoniosos vaivenes de los bancos de salicornias, impulsados cuando la marea estaba baja por los vientos reinantes en la zona, mientras que en la pleamar eran las corrientes submarinas las que mecían de forma sutil a las plantas que rodeaban el espigón.

También había observado Triquitraque, que los cangrejos violinistas, parecían haberse contagiado de aquel espíritu musical que de forma casual y sin horario ni calendario previsibles, llegaba hasta aquel desconocido rincón para la mayoría de los cañaíllas, y cuando sonaba alguna musiquilla, hacían batir la mayor de sus extremidades, que en forma de impresionante mordaza, emitían un peculiar y repetitivo sonido de clickeo, solo perceptible para el oído humano si se presta muchísima atención.

Curiosamente, los cangrejos violinistas, se le denominan así por la antes citada extremidad, que los mariscadores suelen arrebatársela para venderlas a particulares, bares y sobre todo restaurantes, donde se sirven con el no menos curioso nombre, de Bocas de La Isla.

Tan habitual se hicieron aquellas sensaciones que antes mencionaba, que el creativo ostión, decidió proponerles a las salicornias y cangrejos, convertir a las plantas en un sensual ballet y a los crustáceos en una singular orquesta, que bajo su dirección escénica y musical, entretuviera a todos los seres vivos de la abundante flora y fauna que rodeaban el espigón de Punta Cantera, de forma habitual o casual, incluidos los humanos que desde hace pocos años, suelen pasearse por la cercana costa, desde que la Armada Española decidió desmantelar los polvorines y ceder los terrenos a la marinera ciudad de la bahía gaditana.

Coquetas las salicornias y vivarachos los cangrejos, encontraron divertida, acertada e interesante la propuesta, por lo que desde entonces a la voz de Triquitraque, se movilizan y organizan unas veces para ensayar, y otras para exponer sus progresos en estudiadas coreografías de danza y música, de tal manera que si ustedes pasan por aquel lugar y ponen un poco de esa imaginación que todos llevamos dentro, no les quepa duda alguna, que comprobarán como las salicornias, se balancean al son de alguna música que sean capaces de reconocer en su memoria, da igual que sea militar o cofrade. Como también encontrarán que los movimientos de los cangrejos además de corresponderse casi con la marcialidad de un desfile militar o procesional, emiten un característico y repetitivo click para que podamos acompañarlos llevando el ritmo y el paso.

Algunos pensaran que todo lo anterior me lo he inventado y solo es fruto de mi imaginación, pero créanme si les digo, que estoy totalmente convencido de que, a partir de ahora, cada vez que pasen cerca del espigón de Punta Cantera, verán y oirán todo lo que les he contado, quizás no con cualquiera de los cinco sentidos que todos tenemos, pero si con esa que antes mencionaba, imaginación que todos llevamos dentro.

Y así hasta que ese momento llegue, por hoy, COLORÍN, COLORADO, este cuento se ha acabado.