Érase una vez, la desconocida historia de Pagurino, uno de los peculiares y antiquísimos peregrinos cañaíllas, de la actual Vía Augusta en el Camino de Santiago, que uniendo las capitales andaluzas de Cádiz y Sevilla, pasa por San Fernando.

Muchísimo antes de que los romanos, crearan la Vía Augusta, entre Roma y Cádiz, con el fin de hacerse con la sal que se obtenía en las salinas de la Bahía de Cádiz, para convertirla en moneda de cambio, hasta el punto que aún hoy, definimos al dinero que cobramos por nuestro trabajo con la palabra “salario”, ya existían por las playas de Cádiz, unos peculiares y conocidísimos peregrinos, que se trasladaban con su casa a cuestas, como si fuese una mochila, aunque en realidad solo era una coraza para proteger su abdomen.

Aquellos peregrinos eran los paguroideos, crustáceos popularmente conocidos como cangrejos ermitaños, cuyo nombre científico es Paguroidea, que unas veces caminando y otras aprovechando las corrientes marinas, recorrían por aquel entonces las Islas Gadeiras, nombre griego con el que se definía al archipiélago formado por las islas de Cimbis, Kotinusa y Erytheia, que con el tiempo unas veces de forma natural y otras gracias a la intervención humana, se han ido uniendo, formando la actual lengua terráquea, que alberga los términos municipales de Cádiz y San Fernando, ciudades ambas ubicadas entre el océano Atlántico y la Bahía de Cádiz.

De entre todos los descritos anteriormente, destacó Pagurino, gracias a los motivos que les paso a relatar, protagonizados por el inquieto y viajero peregrino de aquellos tiempos, que desde las proximidades de lo que hoy se conoce como zona de “Gallineras”, en la por aquel entonces, isla denominada Cimbis, comenzó a trasladarse en busca de ayuda divina, acudiendo en peregrinación hasta el templo del Dios Melqart, ubicado en lo que hoy se conoce como Castillo de Santi Petri, al sur de lo que entonces era la isla de Kotinusa, que se extendía desde el citado templo hasta lo que hoy podemos reconocer como las Puertas de Tierra en la capital gaditana.

Muchas debieron ser las necesidades o pocas las ofrendas de Pagurino a Melqart, para que nuestro protagonista, no sintiéndose recompensado por su peregrinación a través de las orillas de Cimbis y aprovechando la bajamar para alcanzar Kotinusa, gracias en parte a las escalas que hacía, en las pequeñas bóvedas de aire que se formaban en los fondos rocosos, cuando subía la marea, decidió ampliar su promesa, encaminándose hasta un nuevo templo al norte de esta última isla, donde se adoraba a la Divinidad de Baal Hamón.

Estudios recientes aún sin confirmar, parecen ubicar este último templo, en el entorno del Cerro de los Mártires, tras la aparición de una antigua necrópolis, localizada y vuelta a enterrar, bajo el actual espacio deportivo, “Campo de Hockey Pablo Negre”, donde se hallaron los restos momificados de dos individuos abrazados, popularizado finalmente como “El abrazo de los Enamorados”, aunque en un principio se pensó que eran un padre y su hijo.

Sea como sea, donde se adorase a Ball Hamón, lo realmente importante para el presente relato, es que Pagurino, lo incluyó y visitó en sus rutas como peregrino, al igual que hizo con el Templo de Asarté, ubicado al oeste de la isla de Erytheia, que según describen arqueólogos e historiadores, hoy en día, la citada ínsula, sería el espacio ocupado por lo que conocemos, como el Cádiz viejo, más allá de las Puertas de Tierra.

Asarté y su templo, que algunos ubican aproximadamente justo donde hoy se encuentra la Catedral de Cádiz, para Pagurino, cobró gran importancia pues tras sus visitas al Dios Melqart y la Divinidad Baal Hamón, cerraba el circulo de adoraciones con esta Diosa femenina de la fertilidad y la abundancia.

Las descritas adoraciones, parecen tener mucha similitud con las actuales devociones cristianas y católicas, donde durante casi todo el año en San Fernando, se veneran además del Dios creador que se hizo hombre, imágenes de santos y vírgenes, que incluso sacan de sus templos para que sean ellos los que peregrinen por La Isla, repartiendo bendiciones y parabienes.

La afición peregrina de Pagurino, llegó a convertirse en una forma de vida que mucho de sus congéneres paguroideos, fueron trasmitiendo de generación en generación, hasta el punto que es fácil, encontrarlos por las orillas de las playas existentes desde el Castillo de Santi Petri isleño, hasta la de La Caleta gaditana, donde caminando y paseando por ellas a cualquier hora del día, siempre tendrás que estar atento para observarlas, pues a la más mínima presencia de extraños, suelen esconderse bajo la arena, con el fin de evitar que las gaviotas escarbando o los chortilejos hundiendo su pico, los conviertan en su alimento y acaben con ellos.

Por todo lo anterior, algunos de los actuales peregrinos humanos, nacidos y/o residentes en la bahía gaditana, que recorren los cada vez más numerosos Caminos de Santiago, además de atar en sus mochilas la concha de una vieira como símbolo jacobeo, cuyo motivo intentaré contar en otra ocasión, incluyen entre sus pertenencias, el caparazón de un cangrejo ermitaño o Paguroidea, como recordatorio de sus orígenes gaditanos.

Precisamente, los caminantes jacobinos gaditanos, suelen llegar hasta la capital gallega de Santiago de Compostela, iniciando su camino en la Iglesia de Santiago, cerca de la Catedral de Cádiz, atravesando primero el tramo de la Vía Augusta, entre Cádiz y Sevilla, para continuar por la Vía de la Plata, hasta la zamorana localidad de Granja de Moreruela, si lo que desean, es llegar a la Catedral de Jacobea, por el Camino Sanabrés, o por el contrario, continuando hasta la localidad leonesa de Astorga, donde se incorporan al Camino Francés, desde donde continúan hasta el Templo del Apóstol, en el Campo de las Estrellas.

Como siempre digo, cada cuento, historia o relato, que os traslado, están basados en hechos o circunstancias reales, mezcladas con aquellas nacidas de mi imaginación, para que aquellos que la leáis o escuchéis, encontréis un motivo más, para incentivar vuestra curiosidad por buscar cuanto de cierto o mentira os conté, antes de que como ahora, COLORÍN, COLORADO, POR HOY, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.

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